Religión

Declaración del Obispo, del Clero e integrantes de la Vida Religiosa de la Diócesis de Ancud

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Con esperanza enfrentemos “el terremoto ambiental y social” en Chiloé

Luego de una jornada de reflexión el martes 24 de Mayo, compartimos con ustedes algunas reflexiones sobre lo acontecido y lo que vendrá para enfrentar la crisis ambiental y social que estamos viviendo en Chiloé.
1. Como pastores y servidores de nuestros hermanos manifestamos nuestra plena solidaridad con todos los hombres y mujeres del mar, de la pesca artesanal, que junto a sus familias, sufren las consecuencias de la “marea roja”. A esos hermanos, se suman los numerosos trabajadores y trabajadoras que han quedado y quedarán cesantes de las empresas procesadoras de choritos, y de salmones (afectados por otro fenómeno de proliferación de microalgas anterior) que están aumentando cada vez más en Chiloé y en el resto de la región. Son miles de familias e instituciones de todo el tejido social de Chiloé que están siendo afectadas progresivamente por el efecto en cadena que se expande como la marea roja a todo el sistema económico y productivo del archipiélago.

2. El movimiento social de paralización que concluyó el 19 de mayo recién pasado fue justo y necesario como producto de la gravedad de la crisis y por la falta de una pronta y adecuada acción de las autoridades locales y nacionales, lo que justificó las demandas presentadas y la paralización popular durante 18 días. Debemos reconocer que fueron jornadas sufridas y esforzadas, pero tremendamente admirables por haber sido pacíficas, sin violencia y participativas, mostrando una vez más lo verdaderas y justas de las demandas planteadas por las distintas localidades y dirigentes. Lamentamos que las autoridades gobernantes se hayan demorado en entender lo enorme de la crisis que está azotando a la Región de los Lagos, y se hayan tardado en responder a los requerimientos de la gente. A pesar de la amenaza y el temor latente del uso de las fuerzas especiales, nuestra gente debió padecer en forma heroica más de dos semanas en un paro forzado, con repercusión en los medios de comunicación nacionales e internacionales, para llegar por fin a unos acuerdos con autoridades delegadas, que los habitantes de Chiloé sintieron lejanas y con los dirigentes de Chiloé obligados por el centralismo a viajar repetidas veces a la capital regional para las negociaciones. Hasta el presente las comunidades afectadas por la crisis en Chiloé no han sido visitadas por las autoridades delegadas. Aún están por verse el cumplimiento y la eficacia de los distintos acuerdos firmados. Es de conocimiento público que en nuestra Región, y particularmente en Chiloé, se han producido recursos monetarios cuantiosos para el país a partir de la explotación del mar, lo que hoy se pide y necesita no es una limosna para enfrentar la crisis, sino el debido aporte digno que todo chileno afectado por una catástrofe tiene derecho como fruto del trabajo y de los impuestos comunes de todos los chilenos. Lo que estamos viviendo es muy semejante a un “terremoto social y silencioso” que ha derribado las fuentes de trabajo y de sustento de miles de familias, y se clama por la ayuda de la nación a partir de la responsabilidad que le corresponde al gobierno actual.

3. La magnitud de la catástrofe ambiental y social que se está declarando cada vez más, es también consecuencia de la contaminación del ecosistema marino, además dañado por una depredación y usufructo irresponsable que se extiende por décadas, acentuada por el cambio climatológico y el llamado “efecto invernadero”. En esto, hay responsabilidades de las empresas que trabajan directa o indirectamente con productos del mar, del mercado egoísta e inhumano, de leyes o regulaciones insuficientes o inadecuadas, de autoridades inoperantes, y también hay responsabilidades individuales, colectivas e institucionales. En algo todos hemos contaminado.

En esta crisis social, otra vez, los que más sufren son los más pobres y desvalidos de nuestra sociedad. La actual crisis no sólo daña nuestro mar y la falta de sustento, sino que también daña nuestra identidad cultural y familiar, por tanto afecta al mismo patrimonio de Chiloé reconocido como un aporte para la humanidad, que es el ámbito más tangible, esencial y profundo, que está públicamente expresado y admirado en las reconocidas iglesias patrimoniales. Hoy es el pueblo, la iglesia viva que sufre.

4. Desde nuestra fe en Jesucristo y de nuestra corresponsabilidad por resguardar nuestra “casa común”, en este caso “nuestro mar”, y pensando no sólo en el presente sino también en las futuras generaciones, hacemos un llamado, y al mismo tiempo nos comprometemos, a realizar un urgente proceso de reflexión para juntos ver en profundidad lo que acontece, iluminarlo desde nuestros valores y principios humanos y cristianos, buscar y realizar las acciones para enfrentar la crisis, y ayudar a encauzar el desarrollo que queremos para nuestro Chiloé respetando el mar y la tierra que son la base de nuestro patrimonio vital. ¿Qué haremos cada uno nosotros, qué haremos como familia y sociedad, qué haremos como cristianos para vivir y trabajar en una relación respetuosa y sustentable con nuestro mar, con nuestra tierra, con el aire que respiramos y el ambiente en general? ¿Qué hacemos cada uno de nosotros para no seguir contaminando, y cuidar nuestro hábitat, que no es propiedad privada sino don de Dios para todos?

5. En las actuales circunstancias tenemos que retomar el sentido pleno de la “minga”, por tanto, estar UNIDOS y SOLIDARIOS, buscando compartir con esperanza lo que Dios nos ha regalado y cuidando nuestra fuente de trabajo, y construyendo un desarrollo verdadero sustentable en el tiempo. Se necesitan reformas estructurales, legales y también necesitamos reformar nuestros corazones. Son dos caras de la misma moneda que dará proyección y fuerza a lo que buscamos como pueblo. Es muy posible que en las próximas semanas y meses debamos practicar con mayor fuerza y sentido el “medan” (= compartir con el que necesita), para ir en auxilio de otros, con lo poco que tenemos porque son tiempos de necesidad. Debemos aprender de nuestros abuelos, de nuestros antepasados que viendo al Jesús Nazareno de Caguach, lograron crecer en reconciliación y fraternidad. El Señor Jesús, rico en misericordia, nos sigue acompañando y enseñando a caminar con él para que tengamos vida abundante. Y hagamos obras de misericordia como el Señor nos enseña : “tuve hambre y me dieron de comer, desnudo y me vistieron…” (Mt.25,35 ss.)

6. Necesitamos y contamos con la ayuda solidaria y corresponsable del resto de nuestro país: autoridades y comunidades, para enfrentar con esperanza lo que está por venir. Creemos que debemos cuidar y preservar nuestra cultura chilota relacionada al mar y a la tierra como un don precioso para la diversidad de nuestro país. Las varias demandas sociales debemos ir alcanzándolas con trabajo, dialogo y fe para el bien común presente, y un mejor futuro para nuestros hijos y jóvenes.

Seguiremos con afecto fraterno acompañando a nuestro pueblo, cuenten con nosotros.
Oramos por ustedes e imploramos muchas bendiciones por medio de Santa María, servidora de Dios y de la humanidad, para nuestra tierra y nuestro mar que está enfermo y que nos afecta a todos.

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